Y te vas encogiendo hasta ocupar una esquina del sofá, aquella reservada al cojín polvoriento que nadie se atreve a tirar porque fue un regalo de la bisabuela, tejido con sus dedos temblorosos casi exentos de vida.
Y entrelazas tus brazos con tus piernas como si así fuese posible crear un dique que no permita el desborde de las emociones.
Y te vas haciendo pequeño en forma y pensamiento, invisible para el resto de la gente. Como ese cojín raído de la abuela…
Y acabas siendo un ovillo humano.
Aunque siempre, como sucede con los ovillos, queda una hebra de lana suelta por donde comenzar a tejer.
Bonita metáfora. Feliz sábado
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Gracias. Feliz sábado para ti también!
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Precioso 👏👏👏
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Muchas gracias!!!!!
😘😘😘
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Lo primero que he pensado al leerlo ha sido “bonita metáfora”, y entonces entro en los comentarios y veo que alguien más ha pensado exactamente lo mismo. Aun así lo mantengo.
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Gracias, Andrés. En efecto es una metáfora sobre la soledad, la tristeza y, finalmente, la esperanza.
Besacos de sábado 😘
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Descripción perfecta de como nos sentimos muchas mas veces de las que debiera ser…Espero se cumpla siempre…ese cabo suelto para tejer, quizas como yo debo hacer ahora una nueva vida reinventada….. Precioso. Un abrazo
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Muchas gracias, Winnie! Siempre hay un cabo al que aferrarse, aunque a veces resulte difícil encontrarlo.
Besacos!
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Más de alguna vez me he vuelto un ovillo. Me ha gustado mucho, Sadire.
¡Un abrazo!
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Muchas gracias, Saricarmen!!! Lo importante es dejar un “hilillo” por donde seguir tejiendo😘
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