Un niño tropieza en el parque y cae de bruces. Mira hacia arriba y empieza a hacer pucheros. Su madre, sentada en un banco y atenta, se levanta corriendo.
—¡Ay, mi pobrecito pequeñín! —exclama mientras lo toma en brazos y besuquea su frente—. Pobrecito niño mio. ¡Qué desastre de parque! ¡Maldita piedra que se puso en tu camino!
Un niño tropieza en el parque y cae de bruces. Mira hacia arriba y empieza a hacer pucheros. Su madre, sentada en un banco y atenta, se levanta con tranquilidad y va hacia él.
—¡Arriba, campeón! —exclama poniéndole en pie y sacudiendo sus pantalones—. Mira, solo es un arañazo. Tienes que fijarte un poquito más, pequeño. ¡Venga, a jugar!
A nosotros lo que verdaderamente nos extraña de esta entrada (aparte de que no haya fiambres, claro) es que se escriba sobre un parque pero en él no haya colas.
¿Te estás desviando de la cola… digo, de tu camino?
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Dos formas muy distintas de educar 😉
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