El aire helado les golpeó en la cara como si de un puño forrado con guantes de clavos se tratase. Habían pasado varias horas bajo la protección de la mesa camilla de la tita Encarni. Armatoste peligroso ya que crea como una esfera protectora de calor que embota los sentidos y te envuelve en un halo somnoliento.
Elena todavía conservaba las mejillas sonrojadas, consecuencia del brasero y quizá también de las dos copitas de anís que la tita se empeñó en que bebiésemos. Yo rehusé la segunda, intentando que el brebaje no nublase mis sentidos y diluyese la conversación. Pero Elena era de otra pasta. Conforme avanzábamos en la tertulia más parecía necesitar ese anís endemoniado.
Encarni no fue, nunca lo había sido, un hueso fácil de roer. Íbamos sacándole la información con sacacorchos, se hacía la sueca e intentaba hacer como que no recordaba.
-Hijitas, eso fue hace muchos años. Estoy chocha, más de lo que creéis y mi memoria empieza a fallarme.
-Bueno tía, haz un esfuerzo, es importante- rogó Elena bebiendo otro sorbito y haciendo una mueca.
-Tía, tu te llevabas muy bien con nuestra madre. Pasasteis muchos años juntas, la acogiste cuando papá la abandonó. Tienes que saber algo más.
Encarni arrugó el entrecejo, marcando todavía más sus arrugas naturales. Conmigo no iban a funcionar esas estratagemas de anciana. Trataba con ellas casi a diario, estaba acostumbrada.
-Mira tía, es muy importante.-sentencié mientras señalaba la foto donde aparecía mamá con un niño sobre el regazo.- Tienes que saber quien es ese niño.
-Queridas sabéis que os adoro, pero no se nada. Solo sé que el pasado siempre debe quedar en el pasado. Y punto final. Ahora si me disculpáis tengo que arreglarme para mi salida de los sábados. Me están esperando.
Llegamos al coche tiritando. Empezaba a anochecer. Antes de arrancar Elena sacó la foto y apretando los labios comenzó a llorar.
-¿Qué está pasando Patricia?, ¿deberíamos preocuparnos?-sollozó
-Elena, igual es una tontería. Una broma…
-¿Broma? -se irritó- ¿Te parece una broma que el día antes de morir mamá recibamos esta foto? Te recuerdo que iba con dedicatoria. “Las deudas siempre se pagan”- recalcó con rintintín.
Solo pude bajar la mirada pensativa, ante lo cual Elena todavía se enfureció mas.
-¿O quizá te parezca también una broma que encontrásemos la misma foto bajo la almohada de mamá? ¡La misma foto Patricia! Manoseada, descolorida…pero la misma foto-
Suspiré y arranqué el motor. Las pequeñas gotas se habían convertido en un manto de lluvia, como nuestras vidas.
Una frase muy recurrente como: “lo pasado, pisado”; el pasado se vuelve importante cuando afecta el presente, además, sin conocerlo es difícil saber a dónde vamos.
Me encantó el relato, ¿habrá una continuación? 🙂
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¿ Y si lo que creíamos que era nuestro pasado fue todo una fábula? , ¿seguimos siendo quienes creíamos ser o nos modificará y afectará a nuestro futuro?
Respecto a si habrá continuación, nunca se sabe. Espero vuestras críticas.
Gracias por comentar Paula.
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Tiene que continuar: el escritor adquiere obligaciones con sus lectores. Te has metido en un buen lío, si: ese niño de la foto no debería estar ahí. O si. O… ¡No tienes derecho a dejarme sin dormir!
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Jaaaaajjjj pues a ver como salgo de esta….o como entro!!!
Besacos Israel
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Coincido con los comentarios previos: Tiene que continuar, no puedes dejarnos sin saber quién es el niño de la foto. De eso nada.
O sí puedes, oye, que para eso es tuyo. Y que quien lo lea se imagine el resto 😀
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La verdad es que tengo algo en mente. Desde anoche ese niño me persigue….tengo que comprarme una kuki-libreta ya!!! Jaaajjjj
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